Hablar de la Navidad es, en muchos sentidos, como hablar del amor, prácticamente se ha dicho todo. Bien sabemos que la Navidad es ese momento para compartir, en donde aflora la parte más humana de las personas, en donde se conjugan sentimientos como la esperanza y la nostalgia. Es ese momento del año en el que el ser humano pretende ser un poco mejor.
Tal vez, en muchas ocasiones, perdemos de vista lo más importante, damos el amor por sentado, hacemos las cosas por cotidianidad sin entender el verdadero motor que nos lleva a hacerlo. Habrá veces en que los regalos, la cena, la vestimenta consuma nuestra mente, aun más que la esperanza o el afán por compartir con alguien esa cena o esos regalos. Habrá ocasiones en que el tiempo o los problemas nos nublen la visión, le restarán importancia a lo valioso, pero el amor nunca deja de estar presente.
Pues, a pesar de todo, sabemos que de nada sirven los regalos sin un ser querido a quien dárselos; de nada sirve una gran cena con una mesa vacía; de nada sirve el mejor vestido sin un abrazo fraterno o sin las risas de los chiquillos dando alegría a un hogar en Navidad. De nada sirve compartir si no se hace por amor.
En lo personal, lo que menos me gusta de la época navideña es lo poco que dura y lo rápido que se va. Lo que más me gusta es que tiene la facultad de sacar lo mejor de cada ser humano. Ojalá que durara más, que por más tiempo la gente se saludara con ese entusiasmo de tener siempre una buena cara y decir “feliz navidad”. Ojalá que el amor que rodea esta época fuera constante a lo largo del año, que hubiera más abrazos, y más sonrisas, y compartiéramos más a lo largo de los 365 días.
Me gusta de la navidad su nostalgia, tal vez por ser casi el final del año, tal vez por la misma atmósfera que se respira, tal vez por pura costumbre, pero esa nostalgia es simplemente hermosa. Me gusta sentarme junto al árbol de Navidad, admirarlo, ver sus ornamentos, pensar en la tranquilidad que eso da mientras que a lo lejos escucho la voz de algún ser querido, y que en el hogar se siente paz. Y así, mientras pasan los minutos, pienso en lo bueno y en lo malo de este año, y los recuerdos de navidades pasadas, aquellos cuyas risas y bromas ya no volveré a escuchar, en aquellos a quienes aun tengo a mi lado y sé que deberé aprovecharlos mientras la vida nos permita seguir compartiendo esas alegrías. Pienso en lo que se ha perdido en el camino, y en lo mucho que se ha ganado, en esos golpes que pueden tirar al espíritu y en esa satisfacción de levantarse con la cabeza en alto.
Si, así como muchos lo han dicho antes que yo, la Navidad es más que regalos, que cenas, incluso más que meramente compartir. Es mucho más, y a la vez, es tan simple. La Navidad es amor puro y es saberlo dar. Es ese amor que no duele, por más que se dé; es ese amor que no espera nada a cambio, ese amor que encuentra su alimento al ver la felicidad en el rostro de un ser querido. Pues al final de cuentas recordemos, para quienes así lo creemos, que también celebramos el nacimiento de un hombre que dio su vida por nosotros simplemente por amor.
Es por esto que en esta Navidad les deseo mucho amor, mucha felicidad, mucha alegría. Que encuentren el tiempo para meditar, para abrazar a sus seres queridos, para recordar a quienes se han ido, para celebrar a quienes aun están a nuestro lado. Que nazca en sus corazones el perdón y la virtud de poder dar las gracias.
Espero que ese amor llegue a todas las familias de esta ciudad, sobre todo aquellas en las que no habrá un banquete en la mesa, ni regalos, ni árbol. Aunque sé que no son necesarios los regalos cuando tienen en su corazón tanto amor que compartir.
¡Feliz Navidad a todos y que sean muy felices!
No comments:
Post a Comment